martes, 16 de diciembre de 2014

¿No estás tú en el pliegue de mi manto, en el cruce de mis brazos? (Nican Mopohua)

 “PORQUE YO EN VERDAD SOY VUESTRA MADRE COMPASIVA, TUYA Y DE TODOS LOS HOMBRES QUE EN ESTA TIERRA ESTÁIS EN UNO, Y DE LAS DEMÁS VARIADAS ESTIRPES DE HOMBRES, MIS AMADORES, LOS QUE A MÍ CLAMEN, LOS QUE ME BUSQUEN, LOS QUE CONFÍEN EN MÍ, PORQUE ALLÍ LES ESCUCHARÉ SU LLANTO, SU TRISTEZA, PARA REMEDIAR PARA CURAR TODAS SUS DIFERENTES PENAS, SUS MISERIAS, SUS DOLORES. Y PARA REALIZAR LO QUE PRETENDE MI COMPASIVA MIRADA MISERICORDIOSA.”



En estos días con motivo de la fiesta de nuestra Madre de Guadalupe, hemos reflexionado que importante ha sido María para nosotros en nuestra vocación misionera y en cada una de las etapas de nuestra vida.

Ella ha estado tan cercana y ha marcado profundamente la infancia de ambos. Adriana estudió en un colegio guadalupano y Alfonso aprendió de su Madre a rezar el rosario y la fe tan del pueblo y tan fuerte en María de Guadalupe; después en nuestra adolescencia y juventud con los salesianos aprendimos a confiar en ella y a presentarle nuestros proyectos, como Auxiliadora de los Cristianos.

Nuestro matrimonio fue y es una fiesta muy especial ya que la víspera fue durante la celebración de la virgen del Carmen, nos casamos en Chapala Jalisco y curiosamente cerca del lugar donde nos hospedamos había una capilla dedicada a la virgen del Carmen y por supuesto fiesta, recuerdo entrar a la capilla y un dialogo muy especial con Maríaa en aquellos momentos llenos de nervios y llenos de esperanza pedimos a ella la ayuda y la guía para nuestro matrimonio.

La boda fue en una capilla dedicada a la virgen de Lourdes a quien al final de la misa ofrecimos nuestra vida y la vida de nuestros futuros hijos ahora presentes hijos ya jóvenes y adolescentes.

En el Verbum Dei María ocupa un lugar único, imprescindible e insustituible; ella acompaña nuestras laboriosas jornadas misioneras como lo dicen nuestras constituciones. Siempre nos ha llamado la atención la anécdota de Jaime Bonet encomendando en su adolescencia su vocación a María con aquella ilusión y sorpresa de quien encuentra un tesoro pero a la vez tiene miedo de perderlo.

Una de las imágenes y experiencias más fuertes  en nuestra mente y corazón, ha sido cuando llegábamos a Puebla México (nuestro anterior destino misionero). Era el primer día que estábamos ahí, en una noche lluviosa, con nuestros cuatro pequeños hijos durmiendo en el auto y con la vista de la ciudad delante de  nosotros. Una ciudad nueva, sin conocer a nadie solo un sacerdote salesiano y apenas conociendo un matrimonio a quien nos habían recomendado. Comenzamos a rezar tres aves Marías y a ofrecerle a María nuestros sueños, nuestros miedos, nuestros hijos y a pedirle que bendijera aquella locura de un matrimonio misionero que deja todo para compartir un carisma en una ciudad.



Y María escucho nuestra suplica e intercedió por nosotros y los primeros en acogernos fueron de la Legión de María y nuestro primer retiro fue un 8 de diciembre día de la inmaculada concepción y Dios bendijo nuestra vida.

Ahora en 2014, después de un año y medio en Filipinas, aun nos sentimos a la periferia de nuestra misión, por muchas circunstancias, entre ellas que aún no dominamos el idioma, hablamos y comprendemos ya el inglés pero aun no le hemos entrado al bisaya, lo que es una barrera. Estamos ajustando la dinámica familiar que ha sido intensísima por lo que hemos vivido, con el cambio de país y todo lo que esto ha supuesto para nuestros hijos, apenas nos sentimos superando esta situación.






Cuantos sentimientos en el corazón parecidos a cuando llegamos a Puebla con miedo, confusión, muchas preguntas pero con la certeza de que María acompaña nuestra misión y ella nos impulsa y anima.

Estamos comenzando a vivir en Filipinas como una zona eclesial; hay bastantes retos en este sentido, además en Cagayán de Oro en la que estamos esta también iniciando una configuración diferente y apenas tenemos unos meses iniciando la misión con todas las realidades de la familia desde niños hasta adultos, cada una de ellas acompañadas por laicos como responsables. Con todo esto los matrimonios en el curso de formación terminarán a mediados del próximo año su etapa formativa lo que implica el reto de buscar el mejor lugar y método para que estudien teología. Algunos otros matrimonios han comenzado a expresar el deseo de discernir su vocación y poder iniciar un camino formativo para descubrir si están llamados también a ser matrimonios misioneros.

En el corazón Dios nos invita a dedicarnos a la misión a tiempo completo, pero tenemos tantos retos, tenemos miedo, estamos confundidos en algunos momentos, nos sentimos débiles pero a la vez nos sentimos tan amados y vemos como ha sido Dios tan providente con nosotros por más de 20 años que no podemos dudar.

Hermanos les pedimos su oración a María para que como Madre nos muestre el camino, nos dé la certeza y nos acompañe cada día que podamos integrar el ser buenos padres y buenos misioneros, para ser más valientes y más consagrados.

Poncho y Adriana